La historia del indio Hatuey; el Primer Rebelde de América

A principios de los años 90’s, dicen, Cuba se abrió por primera vez, en el periodo revolucionario, a la inversión extranjera y al turismo internacional. Como parte de la política, sistemáticamente todos los hoteles, de una forma u otra cedieron al capital de inversores extranjeros.

El primero de ellos fue, el hotel Hilton, expropiado a los trabajadores, específicamente al sindicato de trabajadores de la industria gastronómica, su dueño, convertida en el insigne “Habana Libre”. Cuando los españoles asumieron la dirección del hotel Habana Libre, la primera medida que tomaron, fue sacar del hotel a todos los trabajadores negros, muchos de los cuales eran fundadores del mismo, incluso teórica y técnicamente eran sus propietarios.

Pues bien, aquello fue una masacre laboral. Despidieron a todos los negros, incluso, a todo aquel que tenía un colorcito así como de «café con leche». Como cosa rara quedó un negro como bar tender en el antro del último piso del famoso turquino. Para los empleados aquello realmente no tenía explicación.

El famoso cantinero de nombre Julio Suarez es, sin lugar a dudas, una verídica historia que encontré ligada al personaje que relatare mas adelante. Este hombre, mejor conocido como «merenguito» lucia siempre una sonrisa a flor de labios. Sin embargo, un día le llego al merenguito ese momento incomodo que congela la sonrisa y donde hay que tragarse la verdad.

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Cuentan por ahí que un día llegaron al bar un grupo de españoles. Los nuevos dueños se sorprendieron cuando vieron a merenguito trabajar en el lugar. Uno de ellos, lo llamo y le pidió que le sirvieran cervezas. Obviamente, merenguito, con la mejor de sus sonrisas amablemente le contesto; ¿de que marca señor? y el español muy serio; ¡Joder, pues que va a ser hombre! una nacional, dicen que son muy buenas. Merenguito se lució con una maestría estelar y les sirvió unas “Hatuey” bien heladas. Los españoles quedaron complacidos de saborear a pico de botella, eructo tras eructo, con una satisfacción total. El español que parecía el gran jefe de la comitiva, pregunto directo a merenguito sobre quien carajos es -o era- ese ‘hatuey’ dibujado en la panza de la botella. Aquí fue cuando empezó verdaderamente el problema. A Merenguito se le saltaron los ojos y quedó pasmado, como en shock. Muy de sus adentros una vocecita; “No seas pendejo; si les dices que a ese ‘hatuey’ lo quemaron los españoles por que se revelo, a causa de que Colon secuestro a su esposa Guarina para llevarla como regalo a Fernando el católico, estos güeyes seguro te matan”.

Después de sudar la gota gorda y pausadamente su respuesta fue:

“Hatuey era un cacique muy querido… creo que se suicidó en la hoguera… por problemas personales…. parece que su esposa Guarina lo abandonó por otro… y se fue lejos… muy lejos. Eso es lo que se decía en aquella época.»

Desgraciadamente, la historia no tiene un final feliz. No lo quemaron, pero si lo mandaron a ‘freír espárragos’. Merenguito, a los pocos, días fue despedido como al resto de los negros de la isla caribeña.

Hasta aquí esta triste historia para dar paso a otra; la del encabezado…

La historia del indio Hatuey; el Primer Rebelde de América

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Visitando el foro de «Mundo Historia«, encontré la del famoso cacique taíno Hatuey —o Yahatuey, como lo llamara Diego Velásquez— quien encabezó una de las primeras rebeliones contra los españoles en la actual República Dominicana, Haití y Cuba. A diferencia de Atahualpa que fue emboscado por Francisco Pizarro en tierra inca, Hatuey prefirió la hoguera antes de aceptar el bautizo cristiano en la isla del caribe.

Durante la Edad Media fue establecido en Europa cierto tribunal que descubría y castigaba a los herejes. Entre las penas más bárbaras utilizadas por estos inquisidores estaba la de quemar vivo a quienes se resistiesen a cumplir órdenes. La condena fue usada también en América. La colonización Española fue un proceso histórico de unas dimensiones fabulosas entre la realidad y la leyenda, en el que las más heroicas acciones y las más grandes infamias y crueldades se mezclan entre luz y sombra. A la España de Carlos I llegaban fantásticas historias de ricos y exóticos imperios y maravillas naturales incomparables, y fueron muchos los que se aventuraron a explorar los vastos territorios americanos para engrandecer los dominios de su Majestad y, paralelamente, su propio botín personal.

Empezando por la isla La Española (actualmente dividida en la República Dominicana y Haití); hubo levantamientos de tribus o cacicazgos y germinó el espíritu rebelde de quienes combatían en condiciones de ostensible desigualdad. La isla La Española se convirtió en cuartel general de los conquistadores, quienes con hechos vandálicos provocaron que los aborígenes abandonaran su pasividad inicial y dieran muerte a la guarnición de 39 hombres que había quedado en el fuerte La Navidad. La rebeldía contra la brutalidad de los forasteros daba sus primeras señales.

Durante muchos años la historia fue narrada por los colonizadores de manera que éstos se configuraban como aquellos que llevaron “la cultura” a los países indígenas y se pasaba por alto el grado de destrucción que causaron en los diferentes países que conquistaron; tierras que el propio Cristóbal Colón definiera como la más bella que ojos humanos jamás hubiesen visto.

Los aborígenes eran hospitalarios y seguían sus tradiciones, pero como escribiera Fernando Ortiz, “las tenaces y heroicas resistencias de los indios a su sometimiento, demostraron el temple viril de su ánimo”.

Esto me lleva a reflexionar y plantear una pregunta obligada: ¿Que hubiera hecho usted o que hubiera hecho yo en su lugar?… Los habitantes de las tierras que España dominaría eran los dueños de esos territorios, donde trabajaban, labraban y cosechaban sus tierras, utilizaban sus propios recursos naturales, danzaban, realizaban los ritos dedicados a sus dioses, tenían sus parejas y criaban a sus hijos, si acaso ignorantes de que otros vendrían a privarlos de lo suyo, a matarlos o esclavizarlos y a imponerles otra religión y otras costumbres, incluido un idioma que no podían comprender.

Volviendo a la cuestión, tras un viaje a España, Colón regresó a La Española para emprender la definitiva conquista y colonización de las tierras hasta entonces desconocidas. Llegaron con él dos personajes que harían historia: el padre Bartolomé de las Casas y Diego Velásquez, el primero representante de la cruz, y el segundo de la espada.

Sin embargo, ellos no llegaron solos. Llevaron consigo una nueva vida para los habitantes de la isla La Española; su paz había terminado. La colonización trajo consigo el expolio prácticamente de todos los territorios donde se asentaban, aniquilando a los nativos o convirtiéndolos en esclavos y destruyendo gran parte de su historia, su cultura, sus creencias, y por encima de todo eso, sus riquezas naturales, en fin, todo lo que tenían previo a la invasión de sus tierras.

Hatuey había sido jefe de una región llamada Guahabá. Su etapa de mayor brillantez la alcanza años después de la aparición de los conquistadores, cuando se rebela y combate. Fue él uno de los jefes entre quienes se distribuía el mando de su isla natal y era seguido por los suyos tanto en los juegos, cantos y bailes, como en las guerras con tribus rivales o frente a las invasiones de los caribes, que nunca pudieron derrotar a sus huestes. Sabía mantener su autoridad con respeto y preservaba la unidad de su grupo, la paz y la entrega al trabajo. Cuando supo de la llegada de Colón y sus hombres prefirió no verlos, en rechazo a su presencia.

Cuando los abusos contra los indios se generalizaron, sobre todo en las labores de extracción de oro, en la región de Guahabá la rebelión fue iniciada por Hatuey, enfrentándose a las tropas enviadas al lugar por el gobernador de La Española, Nicolás de Ovando, en busca de más hombres para aquellos trabajos extenuantes. El indómito cacique se negó a entregar a alguno de sus súbditos y los españoles se retiraron, temerosos ante la superioridad numérica de los nativos. Pocos días después volverían los conquistadores con fuerzas superiores en número y armas, registrándose el primer combate entre los españoles y los hombres de Hatuey, quienes, ante la imposibilidad de triunfar, se retiraron a los bosques. El invasor ocupó Guahabá, donde los hispanos fundaron dos villas, y Hatuey, con los suyos, se refugió en el monte. Más tarde, en canoas, con unos cuatrocientos indios, llegaría a Maisí, último escenario bélico del valeroso cacique y primer caudillo presto a organizar las luchas en Cuba.

Bartolomé de las Casas luego le atribuiría el siguiente discurso a Hatuey cuando este arribo a Cuba. Según de las Casas este trajo una canasta con joyas y oro la mostró y luego dijo:

«Este es el Dios que los Españoles adoran (refiriéndose al oro y las joyas). Por esto ellos pelearan y mataran; por esto nos perseguirán y por eso es que debemos lanzar esto al mar. Estos tiranos nos dicen que adoran a un Dios de paz e igualdad, y aun así, usurpan nuestras tierras y nos hacen esclavos. Ellos hablan del alma inmortal y de recompensas y castigos eternos si se hace mal y aun así roban nuestras pertenencias, seducen a nuestras mujeres y violan a nuestras hijas. Luego de eso incapaces de igualar nuestro valor, estos cobardes cubren sus cuerpos con hierro que nuestras armas no pueden traspasar…»

Bastante trabajo le costo convencer a una buena parte de los nativos que se negaban a creer tales atrocidades. Muy pocos se unieron a la rebelión que posteriormente vino en 1511 cuando Diego Velásquez (Conquistador de Cuba) finalmente desembarco en la isla. Fue entonces que Hatuey logró reunir una guerrilla, apenas suficiente para luchar en contra del ejercito español. Todos usaban lanzas, flechas, piedras, atacaban en emboscadas como estrategia y, por cada uno que se tiraban, llegaban tres. No obstante, lo esencial les sobraba; valor y entereza para no vivir – o morir- arrodillados.

La idea básica de Hatuey para con sus semejantes era que lanzaran el oro a los ríos; y lo hicieron. Que no obedecieran; lo hicieron. Que se resistiesen a ser parte y víctima de aquel ‘injustificable’ saqueo; también lo hicieron. Lo que no pudieron evitar contra viento y marea fue el saqueo. Esta y no otra era su forma de rebelarse. Luego de algunas victorias, finalmente Hatuey fue capturado por culpa de un traidor. El delator reveló el escondite, movido por la venganza debido a viejas rencillas.

Durante un tiempo después de su captura el líder fue torturado y juzgado por hereje y rebelde. Tal insubordinación le costo que lo amarraron a un madero verde y le impusieron un castigo que lo haría desaparecer de la faz de la tierra del modo más cruel posible. Hatuey se resistía, aun el día en que su cuerpo estaba a punto de ser convertido en cenizas.

Cuando el calor de la fogata empezó a rozar las plantas de sus pies, Juan de Tesín, franciscano que acompañaba a los conquistadores, pidió a Velásquez que le permitiera acercarse para proponer al insurrecto que aceptara a Jesús porque éste le abriría una mejor vida allá en el cielo. El indio giro su cabeza, clavo una mirada despreciativa hacia los españoles y le pregunto; “¿Ellos irían al “Cielo” también?” a lo que el cura le respondió con un tajante “sí”. Entonces dijo Hatuey; “prefiero irme al infierno antes que encontrarme con estos hombres cristianos en el cielo”.

Su coraje no admitía súplicas, y mucho menos a favor de un Dios que permitía que seres barbados, tan crueles como arrogantes, perpetuaran crímenes en su nombre. Concluido el breve diálogo, las llamas consumieron el cuerpo de aquel bravo defensor de la libertad. Su suplicio, fue una advertencia a los aborígenes para dominarles bajo el imperio del temor y la fuerza.

Tarja_en_la_base_de_la_estatua_de_HatueySegún los historiadores el suceso tuvo lugar un 2 de Febrero de 1512 en el poblado granmense de Yara. En lo que si coinciden es que con Hatuey, Diego Velázquez pretendía hacer desaparecer la resistencia indígena, pero no lo logró. El cuerpo de Hatuey fue consumido en la hoguera, si, pero su espíritu de lucha quedo para la posteridad. Su ejemplo demostró una gran valentía y decisión al intentar luchar en inferioridad contra un enemigo mucho más poderoso, como Guamá que siguió la técnica de lucha de guerrillas como Hatuey, y que se mantuvo en la resistencia durante aproximadamente 10 años. También formaron parte de la resistencia a la colonización otros como Caonabo, Caguas, Habaguanex, Guarionex, Agueybaná, y Enriquillo; y también de mujeres valerosas que estuvieron presentes en esta lucha como Yuisa, Anacaona y Casiguaya –esposa de Guama-.

Lo cierto es que el episodio pasó a la historia como un ejemplo más del despotismo y la tragedia que acompañó la vida de los primeros habitantes de Las Américas, tras la llegada de los colonizadores. Por eso hoy, desde siglos bien distantes, al indio Hatuey se le recuerda no solo como el primer organizador de la resistencia o como el primer extranjero que dio su vida por Cuba, sino como el primer grito de protesta contra la invasión de su pueblo que hizo eco desde el caribe hasta el pacifico. Despues de todo, quien sabe si sea el espíritu rebelde del indio Hatuey que –no todos, ¿eh?- llevamos dentro, el que NO nos permite vivir arrodillados ante nadie.

Créame que la historia de este personaje es más basta y detallada en hechos y me quedo corta en el relato. Indudablemente, lo triste de esta semblanza es que muy pocos americanos conozcan su extraordinaria hazaña. En lo personal -y lo digo con honestidad-  me da pena el haberme enterado gracias al merenguito.

6 Respuestas a “La historia del indio Hatuey; el Primer Rebelde de América

  1. Impresionante historia que vale la pena recordar, la valentía de un hombre que murió siendo libre de aquella asquerosa mentira religiosa, saludos desde Perú. Buena historia me encanta

  2. Fabulosa historia. Me ha gustado. Se que nustro temple en del aborigen americano.Sera un placer volver a leer sus relatos prehispánicos.

  3. Cuantas historias estan siendo ignoradas por todos al no darlo a conocer en escuela y lugares en comun! Donde sirven de ejemplo de bien comun para muchos..me gusto mucho

  4. saludos desde el ecuador si estoy de acuerdo si ellos van al cielo yo tambien prefiero el infierno por Atahualpa y los demas taitas sacrificados por los invasores seguimos reistiendo por mas de 525 años y todo el tiempo que quede aqui estamos shinamikanchi kaipimikanchi tamdarishpa kunanka alli rikungapa ñukanchi rimapay shinamikanchi tukuykuna tandarishpa shina rurangapa ..

  5. Yo sin saber que estas fueron sus palabras antes de morir..tambien digo que si Los cristianos mentirosos daninos que no les importa la consecuensias de su maldad tambien digo….» Que si ellos van al cielo yo prefiero irme al infierno…..

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