LA MORALEJA DEL NEGRO: RACISMO, DISCRIMINACION Y XENOFOBIA (parte 1)

Hay artículos en los cuales el autor expone subjetivamente su visión ante cuestiones culturales, religiosas, políticas, etcétera, analizando un tema de interés por su actualidad o trascendencia. Es el género que tiene más libertad. Suelen ser textos sugerentes con la intención de atraer la atención del lector. Este, es uno de ellos:

“Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.

Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y los consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, los observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: ‘Pero qué chiflados están los europeos’.”

Es un artículo de opinión periodística, titulada “El Negro”, compartido y posteado en distintos sitios de internet infinidad de veces desde que fuera publicado por primera vez en el diario “El País” el 17 de Mayo del año 2005. En él su  autora, Rosa Montero, partió de un hecho que dice ser verídico para exponer su crítica a la xenofobia. Nos relata la historia a manera de cuento narrativo para, posteriormente, confrontarnos ante una moraleja con el fin de defender la tesis de que debemos librarnos de los prejuicios racistas. En ellos predomina el comentario sobre la información, cuya finalidad es formar la opinión de sus lectores.

Pues bien, ya formé la mía y haciendo caso a la invitación, con una reverencia algo coqueta sosteniéndome las enaguas, le comparto mi opinión, escrita en su primera parte, precisamente un día en que se festeja el Natalicio del gran pensador, estratega y líder de los derechos civiles Martin Luther King en los Estados Unidos.

La situación general que el texto expone la considero bastante común en gran cantidad de personas que, con su afán de querer demostrar que NO son racistas y NO desprecian a las personas con diferentes “raíces”, adoptan una actitud excesivamente caritativa o, como menciona el texto, “condescendiente y paternalista” demostrando así un gesto misericordioso que utilizan como careta para ocultar un sentimiento de superioridad hacia un grupo o población que considera en el fondo –pero muy en fondo- inferiores a él o ella.

La xenofobia, rasgo de la burguesía, y que se irradia al resto de la sociedad, se expresa como el rechazo al extranjero y a cualquiera que se encuentre en una situación de vulnerabilidad. Este rechazo a grandes rasgos se manifiesta con una segregación de razas y su trasfondo real es la segregación de las clases sociales.

Algo que es igualmente racista es el hecho de querer ocultar un sentimiento de superioridad tratando con excesiva “lástima” hacia propios y extranjeros, peor si se trata de inmigrantes o quizá son llevados por el deseo inconsciente de demostrar no sólo a ellos sino a los demás la aceptación con un comportamiento excesivamente paternalista adoptando una actitud igualmente diferenciadora.

El trabajador en si, es la fuerza motora del mundo, tiene una especie de doble personalidad. Una parte de sí mismo está colonizada por la ideología burguesa, y la otra parte está anclada a tierra, a las carencias de él o ella y su familia, a su pobreza. En determinadas situaciones llega a haber una verdadera negación de sí mismo. Sobre esta negación, sobre esta espiritualidad aplastada se afianzó la esclavitud racial que permitió acumular el capital de los imperios.

La expresión legal de la xenofobia son los controles migratorios, los pasaportes, las visas de entrada y salida, muchas veces imposibles de cumplir para las mayorías excluidas. Estados Unidos es un país constituido por inmigrantes; igual llegó la especie caucásica, la semita, etiópica, mogólica, árabe, celta, criolla, mestiza, etcétera, con un grueso legajo -de requisitos- bajo el brazo y una valija de sueños en la mano.

Ahora el éxodo hacia otros países lo encabezan jóvenes con estudios de educación media y superior, así como mujeres también con alto grado de escolaridad, que no han encontrado en su país de origen respuestas en materia laboral, incluso, la mayor parte victimas de discriminación de todo tipo.

“New fencing doesn’t stop illegal crossings”

Un nuevo muro no va a detener el cruce ilegal

Y decir; cruce ilegal abarca muchos aspectos; desde personas negociando con los  polleros y jóvenes drogándose debajo de los puentes hasta los niños y adolescentes que se exponen arriba vendiendo chicles y chucherías invadiendo los carriles y rebasando el límite de la propia franja divisoria. A esos muros habría que tatuar, al menos, los nombres de 767 mexicanos que perdieron la vida en su intento por cruzar ilegalmente la frontera tan solo durante el 2011. El 85 por ciento de ellos fueron jóvenes; hombres y mujeres, de entre 15 y 29 años de edad. El 75 por ciento de los que murieron en el intento tenían estudios de educación media, media superior, incluso profesional.

De acuerdo con otros reportes, los resultados señalan que el 60 por ciento de las muertes de migrantes fueron atribuibles a terceros como los hechos que marcaron en el mapa a San Fernando, Tamaulipas. Sin descartar las violaciones de los derechos humanos no solo por parte de nuestros vecinos del norte, sino prácticamente en todo territorio mexicano que calificó al recién terminado 2011 como un “año negro” para los migrantes de origen latinoamericano.

A pesar de ello, los mexicanos siguen emigrado a otros países buscando reformar las expectativas de vida, con oportunidades de trabajo más dignas y salarios menos miserables ya que el gobierno panista que prometió empleos, mintió en su proyecto de campaña (entre otras cosas). Pero tampoco que éste hecho sirva para pavonearse los pericos verdes del tricolor ni los amorosos canarios perredistas. Del resto no me consta pero deben andar por las mismas.

Así, rápido, como el chasquido de unos dedos tronando, recordé los dos candidatos destapados y los tres mosqueteros del blanquiazul que con su desbocada aspiración y de sumar votos a su favor son capaces de darse baños de pueblo con tal de demostrar “amor del bueno” con un rostro angelical –casi orgásmico-, sobre todo, a la hora de posar para la foto. Y no lo digo de broma ¿eh? Hay unos que hasta babean sobándose las manitas.

Encontrar trabajo en México -si lo encuentra-, es tocar puertas y salir con cajas destempladas. El gobierno tiene muchos compromisos y para llegar a él hay que derribar muchas barreras cuando no se tiene tatuada en la nalga un herraje de filiación partidista; PRI, PAN, PRD, PT, PVEN, UDC (Coahuila) y no se cuantos me faltan. Porqué si algo sobra en México son partidos para separarnos más. Y no es cuento sino una realidad que tiene al país secuestrado cobrando a sus ciudadanos derecho de piso…

¿Cuántos se han granjeado un buen hueso o una ‘modesta’ chamba burocrática a cambio de una buena joda como ‘mete sillas y saca bancas’ en el aquelarre y acarreo de sus campañas? Y si no, por lo menos le cuesta hacer  fila a la hora del ‘besa manos’ con tal de ganarse la chuleta. Y por otro lado, están los sindicatos que garantizan la chamba pero no un salario decente ni la promesa de un ascenso. Quizá para muchos la idea de los $6,000 pesos de Cordero no resulta tan descabellada. De ahí el concepto peyorativo de “Borregos”. Por donde quiera usted verle; piense ¿acaso el favoritismo no significa discriminar a otros?

En relación con nuestras culturas y costumbres mexicanas, pienso que la globalización nos enriquece con los intercambios que produce. De eso no hay duda. Quizá la diferencia entre lo que aporta y lo que merma estriba en los criterios tan pobres que aplicamos para elegir qué adoptamos, qué costumbres nos convienen o interesa integrar en las nuestras. Como la copia pirata que acabamos de ver reproducida en un selecto grupo los jóvenes capitalinos que invadieron espacios públicos en paños menores, según ellos; sólo por diversión (así lo manifestaron), según yo, razones me sobran; por la falta de Ritalyn, la falta de atención de sus padres, o puede que hasta por un churro de mota con tal de (no agarrar la escoba) hacer derroche de su enjundia montonera. O como aquellos otros que profesan un NACIONAL socialismo defendiendo o liderando ‘de hueso colorado’ una ideología alemana, rusa o cubana, o que más da, como si en nuestro país no existieran ya las suficientes causas para defender a capa y espada como un simple ciudadano con aspiraciones nacionalistas genuinas.

 Como me decía mi abuelo (qepd)…

 ¡Oh, que triste realidad la de Severa, buena debías de ser para copiarlo siquiera!

 Y me lo decía en buena onda (según él) por que, todavía hasta la fecha me gusta la música en ingles, aunque eso no significa que la prefiera.

 Otro tipo de discriminación -bastante común- es el caso de la generalización, es decir, atribuir ciertos rasgos característicos, sobre todo negativos, a TODO un género, nación, gremio, o cualquier otro que involucre actitudes que fraternizan una o varias personas. Como la paradigmática respuesta absolutoria que nos deja de pestaña parada y con la boca abierta a las mujeres: “¡Eres igual que todas!” Sonaré discriminativa, lo sé, pero créame que en este caso, haré una excepción. El hombre -o mujer- que diga eso, no es un ser humano individual que merezca mi respeto, sino más bien, está como para colocarlo en una posición honorable dentro de la especie de descerebrados.

Por cierto -hablando de descerebrados-,  hay un ejemplo que causó tremenda polémica en México. Para ser precisa, por que hay muchas, la que desató Miguel Moisés Sacal Smeke, mejor conocido como el ‘me la pelas’, un empresario que estuvo a punto de hacer resucitar a mismísimo Hitler para exterminarlo por el origen judío.

Usted mi amable lector, lectora ¿Cuántos como éste sujeto ha visto en México? Muchos, supongo. Yo también, y son “100% Made in México”. No lo defiendo; el ramillete de glosas altisonantes que le llovieron son -fueron y serán- bastante bien merecidos, pero también aplica para todo aquel -o aquella- que comparta, no solo el perfil alucinado del déspota y prepotente, sino la sátira crítica hacia toda una comunidad que, por su mismo linaje, comparte el pecado. No, no es justo. Esa actitud si me avergüenza de mis hermanos y hermanas mexicanas ¿Quién dijo que la discriminación racial  requiere de un pasaporte para entrar, vivir o salir de un país?

Por todo esto, y lo que me falta en la segunda parte, creo que debemos aprender a alcanzar el equilibrio y hacer una limpia y erradicar las actitudes impares, racistas o discriminatorias hacia otras personas y culturas de inmediato y por completo o corremos el riesgo de acabar como la joven del artículo que tan bien presentó Rosa Montero.

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